"El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria", decía Sábato ¿puede usted contra la felicidad de un eco fogón cuando no se tenía nada? ¿contra el entusiasmo de un buen y pelado cristiano que trabaja sin parar día a día y le pela el eje la política? Un pueblo es su mitología y aunque Hector. Mejía L. señala un fatalismo intermitente en el país, este pareciera quedar relegado a los poetas y a los artistas, los verdaderos infelices de la patria, más infelices incluso que el que nada tiene para pasar el día, pues ellos lo que tienen (los poetas sobre todo) es nada que hacer, y no me pregunten por qué, porque tampoco pretendo justificar al nachovegalismo recalcitrante (si mis amigas feministas me permiten utilizar esta última palabrita).
Entonces le dije es verdad, el pesimista, el inconforme es por lo general el más crítico, el más beligerante en su manifestación más comprometida, en la más radical es un nihilista sin esperanzas ni anhelos que no cree que un Zelaya o pariente de Zelaya en el poder es lo que Honduras necesita (si seguimos con el rollo político), que no cree en nadie y en el fondo es una especie de acomodado también, amargo y cínico, quizá el infeliz más feliz, el trol de la amarga carcajada del mundo.
¿Pero a qué vienen estudios como ese le pregunté? Un estudio que nos sitúe en el octavo lugar entre los países más felices de Latinoamérica no hace más que desnudar nuestra imbecilidad ante ese mundo que nada puede contra nosotros. Aunque medir la felicidad, contrario a lo que la ciencia y su método conveniente al caso puedan decirme, seguirá siendo algo tremendamente subjetivo, en primer lugar, ni el pesimismo (un estado más cercano a la realidad) es un estado constante, menos lo es el de la felicidad, que como todos sabemos, viene por retazos, a menos que usted tenga dinero suficiente y pase drogado día y noche o ebrio, pero aún así las resacas son ese pesimismo que te hacen decir frases como "El dinero no trae felicidad, pues todavía no hay cura para esta mierda y porque el dinero se acaba, como el amor y todo".
¿A qué la felicidad entonces? la veo justificada en los negros, no porque sea racista, sino porque la traen en los genes(?), no porque sean negros sino porque, bueno...el asunto es que son gente más alegre que nuestros aborígenes hijos de la muerte, del calendario maya y de mentalidad apocalíptica hasta en el último caite, a cuyas mujeres sometieron a coger con españoles también dominados por una mentalidad judeo-cristiana del mundo se va acabar de Cristo viene y de lloverá sangre y te quemarás en el infierno.
Espero que los que realizaron ese estudio hayan tomado como universo Sambo Creek, el cuerpo desnudo de una morenaza y un litro de gifiti para medir la felicidad de los hondureños, porque si la felicidad existe en un retazo más prolongado debe ser en parte con un escenario así.
Tampoco sé de dónde la venida del señor puede ser algo que inyecte entusiasmo, si fuera creyente realmente me preocuparía, si es tan justo como lo pintan merecería quemarme el culo un buen rato en el infierno, pero la iglesia ha cambiado mucho y los evangélicos han conquistado buena parte de las entusiastas y pobres mentes de los hondureños y quizá la esperanza de eternidad es toda la felicidad que se necesita para seguir aguantando tanta mierda, no lo sé ¿qué puede ser más paradójico en este tema de la felicidad que esperar a alguien por más de 2 mil años? Apelo al entusiasmo por sobre la felicidad.
Tampoco sé que tan infelices sean los de LIBRE y contrario a lo que puedan pensar los lectores, presiento que pueden llegar a algo cuando sean más tremendamente realistas, que no traten de vender ningún apellido como la segunda venida de Cristo, pero al fin y al cabo son un partido político y qué putas puedo esperar. Quizá Juanorla sea un sujeto que irradia felicidad a manera de concha de caracol, para que le sea más fácil justificar sus abusos y que le resbale el peligroso pesimismo, pero sería simplificar, un camino demasiado fácil.
No es felicidad lo que necesitamos para ser felices, quizá al contrario y toda esta mierda del octavo lugar tenga que ver con el puro instinto de supervivencia, me recuerda a una escena que miré por internet de un ratón que es mutilado del vientre para abajo por una serpiente, el ratón huye con lo que le queda de sí mismo aunque ya no tenga caso. Quizá todo este rollo de la felicidad sea solo un desesperado intento por invisibilizar a ese depredador mortal que nos acecha día a día, lo indican quizá esos índices de suicidios tan altos en países con una calidad de vida superior, quizá en esta selva violenta la esperanza en la caverna es la que nos tiene más dispuestos a aceptar esos retazos de alegría individual y cantar en la miseria aunque no sea lo más inteligente, pero demostrado está que entre más pendejo se es, más conforme y alegre se está, en fin, quién soy para juzgar la felicidad o la infelicidad ajena y como dice la palabra, a bailar.